lunes, 2 de mayo de 2016

Articulo, Los tambores negros

LA MÚSICA EN CARTAGENA DE INDIAS

Luis Antonio Escobar

Pero si el canto es lo principal de la música en los negros, el tambor es esencia de sus ritmos, y en muchos casos de sus liturgias. Sin la música no hay ceremonias negras, ceremonias religiosas. El cristiano se casa, o se bautiza, o se entierra sin música y no pierde su grado la ceremonia. Para el negro sería imposible. El cristiano cada vez usa menos la música, aún en lo que tradicionalmente era indispensablemente cantado, la misa. Sin los tambores no se acercarían los espíritus. Esto último tiene que servir para entender que el ritmo del tambor no es casual o que se pueda comparar, por ejemplo, con el tocar de las campanas de la iglesia. No. El tambor es el medio para conseguir el éxtasis, expresar lo más hondo de sus ansias espirituales porque además, se une a la expresión del cuerpo, a la danza y al baile que también manifestarán toda clase de presiones espirituales, rotundas o leves, sutiles o explícitas. El cuerpo girará, se estremecerá según el sentimiento, pues ellos saben cantar con el cuerpo, gozar, suplicar, llorar, arrepentirse. Es por consiguiente, el tambor, otro medio de encontrar ritmos que se presten para hallar claves profundas, al igual que nosotros lo hacemos con determinadas armonías, consonancias y disonancias, e intuimos o percibimos claramente hasta llegar al llanto o al ensimismamiento total. Son maneras diferentes de llegar a los mismos puntos. Es un arte tan sutil y complicado corno el de los blancos. Al unir el canto, que como ya hemos visto era lo tradicional, con el tambor que también formaba parte de sus expresiones, al encontrar las tradiciones de los indígenas con sus instrumentos y también con sus tambores y guasás o guachos, se va formando, lentamente, el nuevo folclor o expresión natural y, poco a poco, aparecen manifestaciones que con el correr del tiempo desaparecen.  
“Ah, eso está mejor! Así me gusta. Yo era y sigo siendo un tamborero animado, además de boga”. Y Prudencio nos echa entonces un buen toque de paso de rnapalé, el movido y caliente baile de los pescadores del río.
“En los puertos donde había fiestas, que eran y todavía son frecuentes, los bogas nos deteníamos para bailar el bunde, el berroche o el mapalé al son de la gaita o la caña’e millo y con velas en la mano. Miren que ahora la gente no los baila como antes, con palmoteo, cantando coplas y entrando por parejas a bailar al ruedo” (Orlando Fals Borda, Mompox y Loba -Carlos Valencia Editores. 1980).
Ellos mismos hacen recuerdos y, de seguro, les produce nostalgia ver que se pierden las habilidades o el verdadero sentido de sus expresiones musicales. En eso de habilidad para tocar el tambor.., es fácil equivocarse creyendo que el toque es algo sencillo. Nada más erróneo. El negro utiliza sus manos como el concertista del piano que durante muchos años, finalmente, aprende a conseguir el piano y pianísimo, a encontrar determinada calidad de sonido. Ahueca la mano de mil maneras, extiende los dedos, los afloja, los entieza, le da al tambor con la punta, con las uñas y al mismo tiempo consigue efectos y ritmos impresionantes que son producto de miles de años de tradición y de continuo ejercicio. Por esto mismo tocar un tambor entre los negros es como sentarse a tocar piano entre los blancos. 

Fotografía: Luis Antonio Escobar
Cuando se habla de tambores hay que hacerlo en forma general pues son muy numerosas las formas, usos y nombres. Sin embargo, en términos generales, se podría confirmar que los negros utilizan más las cuñas de madera para templarlos y conseguir los sonidos deseados. Los tamaños más usados pueden ser los medianos pero en ciertas regiones los pequeños son más numerosos. En general se percuten varios a la vez y si la tradición es negra o neoafricana se hace marcar el contraritmo en uno de los lados del tambor. Así como los europeos lograron la perfección de la polifonía después de muchos siglos, es decir, saber mover las diferentes voces o melodías simultáneamente, los negros después de muchos siglos han logrado la perfección en la polirritmia. Es por esto natural que si se trata de tradiciones africanas aparezcan varios tambores que llevan diferentes patrones rítmicos y que, como se dijo antes, algún músico ejecute a contraritmo o sea oponiendo movimientos. De ahí surge la efervescencia del bailarín o danzante que es llevado continuamente por la simultaneidad de frases rítmicas. Hay que volver a este tema del neoafricanismo pues es, después de varios siglos, cuando algunos negros o grupos retornan a buscar esa polirritmia ejecutada en varios tambores. Al igual que en la polifonía voval, a partir de tres melodías simultáneas se debe poseer enorme técnica pues de lo contrario la obra perderá claridad y unidad o sentido de lo que se busca. Al negro le sucederá lo mismo y por esto casi siempre se tienen como base pocos tambores, en general, no más de cuatro a la vez.
En los grupos colombianos se utilizan otros instrumentos nativos: la guaracha, instrumento antiquísimo que también lo utilizaron los indios precolombinos hace miles de años y que era hecho de huesos humanos con ranuras que producían el ruido característico de este instrumento que, naturalmente, ahora se hace de cañas especiales. También aparece el sonido del guasá, guacho, maraca o chucho, instrumento también indígena que se puede ver en el célebre mural maya de Bonampak adornado con plumas de guacamayo. En cuanto a los nombres, son tantos que sería imposible recopilarlos sin haber viajado por muchos rincones. Nombro los más conocidos. En la música de “Tambor redondo” de la región costera de Barloven­to, en Venezuela, se usan tres tambores, el Pujao, Cruzado y Corrido.
En las danzas de “Tambor grande” de la misma región, se usan dos, el Mina y el Curveta o Curbata. Todos estos tambores con un solo fin, altos, sostenidos por lo general entre las piernas del músico.
El Bonko se usa en el ritmo cubano de Abakwa. La danza Bomba de Puerto Rico usa dos tambores, el Burlador y el Requinto. El requinto es el que improvisa. En el Cancionero Noble de Colombia aparecen: el Tambor mayor, el Llamador, la Guacharaca, el Bombo, el guazá o guasa. Pero es obvio que existen muchísimos nombres como la Timba, Repicador en Panamá, el Cununu, etc. Nuestra gran bailarina y coreógrafa, y especialmente, redentora del folcior colombiano, Delia Zapata Olivella dice que se cree que los negros reemplazaron a los dioses por los tambores ante la imposibilidad de seguir adorándolos.
No se crea que solamente son los negros los encantados con los ritmos que producen los tambores. Podríamos decir, sin lugar a dudas, que son precisamente los indígenas precolombinos los más grandes cultores de este instrumento que los elaboraron tan bellamente como ningún otro grupo o civilización. Recordemos que los indígenas creían que dentro de los grandes tambores se asilaban los dioses, y que tenían que ser venerados y por consiguiente adornados y elaborados, tallados en madera en la cual quedaban impresos los mitos más sobresalientes y las figuras y obras de arte más maravillosas. El Huéhuetl o tambor de tronco de árbol, de parche sencillo y doble, el de cuero de venado, el portátil para llevar a la guerra y también la versión más grande que se llamaba Panhuéhuetl y el Tlalpanhuéhuetl empleado para señales y en ceremonias importantes. Desde luego el Teponaxtli y toda una serie de esos percutores de todos los tamaños. Pero todos estos y muchos más eran tocados solamente por los sacerdotes y especialmente elaborados para ellos. No eran populares. Desde luego no voy a tratar de las flautas, bellísimas, de tres, o cuatro cilindros y que producían armonías variadas. Pero sí es conveniente recordar que con los indígenas debemos tener mucho cuidado al hablar de música, pues de acuerdo a lo que se ha encontrado, demostraron tener grados de avance sorprendentes. No queda dentro de este pequeño estudio el examen de lo precolombiano. Solamente como base para juzgar de otra manera lo que aconteció en nuestra tierra y para hacer ver cómo los indígenas colombianos tenían civilizaciones avanzadas en muchos aspectos. El tambor, por consiguiente, no es solamente el instrumento preferido de los negros y al mezclarse estas dos razas se complementan muy bien en muchos aspectos, especialmente la percusión, el ritmo y la danza. Otros instrumentos de percusión fueron comunes como las sonajas, cascabeles, etc... Pero si recordamos que nuestra tarea se tiene que circunscribir especialmente a Cartagena, tenemos que cerrar este capítulo con una referencia especial sobre la Marimba.
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